domingo, octubre 11

Marcelo T. de Alvear y Regina Pacini


Muchos de sus componentes se habian destacado en las Guerras de la Independencia o las civiles, como Carlos Maria de Alvear, padre de don Torcuato, o como su consuegro, Angel Pacheco, general de la epoca de Rosas y padre de Elvira Pacheco. Marcelo, hijo de Torcuato y Elvira, habia heredado en 1895, junto con los apellidos ilustres, una inmensa fortuna.


Buenos Aires, a principios del siglo XX, se sentia europea. El nuevo Teatro Colon, los fastuosos edificios de la avenida Alvear, los jardines de Palermo, el Hipodromo, las confiterias, tiendas y cafes, eran un digno marco para esas personas elegantes, bien vestidas y educadas, a mil leguas de imaginar que todo eso cambiaria por causa de dos pavorosas guerras mundiales iniciadas en la civilizada Europa.

Marcelo T. de Alvear era el menor de cuatro hermanos. En su infancia habia alcanzado a conocer las viejas casonas coloniales y la vida sencilla anterior a la modernizacion y a los viajes a Paris. Su padre habia mandado construir una fastuosa residencia en Cerrito y Juncal, que quedo demasiado grande para Marcelo y su madre cuando don Torcuato murio. Sus hermanos Carlos y Angel se habian casado con ricas herederas porteñas, mientras su hermana Carmen lo habia hecho en primeras nupcias con un millonario correntino y, a la muerte de este, con un principe bavaro.

Marcelo habia estudiado en el Colegio Nacional y estaba cursando Derecho en la Universidad de la calle Moreno, cuando a los veintiun años asistio con su padre al mitin de la Union Civica, en el Jardin Florida. Al oir hablar a Leandro Alem, quedo deslumbrado por su entusiasmo y sus ideas. Al poco tiempo se convirtio en su secretario y estuvo entre los fundadores del Partido Radical. En julio del 91 realizo con Alem una gira en apoyo a la candidatura Yrigoyen-Garro y tuvo la oportunidad de conocer el verdadero pais tras la fachada de la capital. La gira fue un exito y demostro cuanta gente apoyaba al nuevo partido y querian que las cosas cambiaran en la Argentina. En Salta y Tucuman los recibieron con bailes y banquetes, pero entre todos estos acontecimientos hubo un recuerdo que quedo para siempre. El 4 de octubre, Marcelo cumplia 23 años y "Alem decidio homenajearlo a su manera: fue hasta el dormitorio de su secretario con la pava, el mate y algunos bizcochitos, una demostracion de afecto intimo y austero. El caudillo, el hijo del mazorquero, el politico brillante que enardecia a las masas, le rendia ese sencillo tributo" (Ovidio Lagos, "La pasion de un aristocrata", Emece, Buenos Aires, 1993)

Marcelo Torcuato de Alvear habia nacido en Buenos Aires en 1868. Su familia tenia fortuna, poder y abolengo. Hijo del intendente porteño Torcuato de Alvear y nieto del general Carlos Maria de Alvear, junto con otros estudiantes universitarios participo de la revolucion de 1890 y luego se destaco como dirigente del radicalismo. Su pasion por el automovilismo fue uno de sus tantos guiños de modernidad. Su contextura atletica y su aficion por los deportes lo transformaron pronto en uno de los solteros mas codiciados. Para sorpresa, desconcierto e indignacion de muchos, contrajo matrimonio en 1907 con una cantante de opera, Regina Pacini. Graduado de abogado en 1889 y atraido por la politica, luego de participar en la revolucion de 1893; actuo como miembro del gobierno provisional de la provincia de Buenos Aires, para luego viajar a Europa donde frecuento circulos mundanos y deportivos



Una anecdota de la revolucion del 93 refleja los contrastes que caracterizarian la vida de este joven refinado y amante de la buena vida pero consciente de sus deberes politicos y ciudadanos: cuando le avisaron que fuera a tomar con su grupo la comisaria de Temperley, Marcelo escuchaba opera en el Teatro Lirico. Para no perder un instante, fue directamente hacia alli como estaba, es decir, de frac, y asi vestido estuvo tres dias esperando la llegada de Yrigoyen.

En 1895 murio Elvira Pacheco de Alvear y con ella se fue la actividad de la gran mansion de Juncal, donde tantos almuerzos, fiestas y bailes se habian realizado. A los 27 años, Marcelo quedaba dueño de una inmensa fortuna, entre otras cosas, treinta mil hectareas en La Pampa y siete mil en Chacabuco. Al año siguiente, aprovecho el segundo casamiento de su hermana Carmen para viajar a Europa y descubrir la vida parisiense, tan mentada por parientes y amigos. Era joven, rico y buen mozo. El mundo le pertenecia.

Mientras tanto, una joven soprano portuguesa de voz extraordinariamente cristalina y expresiva, comenzaba ese mismo año de 1895 su carrera a escala internacional. Regina Pacini, hija de un musico italiano y de una andaluza, despues de estudiar con sacrificio y de debutar con gran exito en el Teatro Real de Madrid y en el San Carlos de Lisboa, fue invitada a cantar en San Petersburgo. En 1899, acompañada por su madre, Felicia Quintero, que no la dejaba sola ni a sol ni a sombra, Regina cruzo por primera vez el Atlantico con destino a Montevideo y a Buenos Aires.

Marcelo habia ido esa noche al Politeama junto con su primo, Diego de Alvear, todavia mas rico que el. Este ultimo habia oido cantar a Regina en el Teatro Solis, de Montevideo, y queria que su primo la escuchara. Marcelo, que tenia gran sensibilidad, se emociono hasta las lagrimas con esa voz tan pura y eterea. Pasaron al camarin, donde Diego de Alvear los presento y charlaron un rato. El tenia treinta y un años, y ella, veintiocho.


Era exactamente el 1 de septiembre de 1899 comenzaba en el Teatro Politeama la temporada lirica de la empresa Sansone con la opera Lucia y con el debut de la soprano ligera Regina Pacini. En el comentario realizado por La Prensa al dia siguiente, se destacaba la actuacion de su protagonista, Regina Pacini, oriunda de Portugal y "con sentada fama de ejecutante", el cronista afirmaba que Pacini habia causado buena impresion "siendo ovacionada y llamada varias veces al proscenio. Se trata de una artista joven de simpatica presencia, de trino muy bueno y con alma en su canto".

Por esos dias, (septiembre 9) el mismo diario se quejaba "de la falta de higiene y de la abundancia de rateros en la recova que da frente a la Plaza Once de Septiembre, que se ha convertido en un punto de barata distraccion para el elemento bullanguero de las de las cercanias y de amenaza a la tranquilidad de los habitantes honestos y laboriosos. Es una feria donde se exhiben en chocante promiscuidad, gabinetes opticos, caligrafos callejeros, vendedores de faina, lustrabotas y un enjambre de mercachifles pregonando en diversas lenguas y en todos los tonos la bondad de su mercancia sin que falten interjecciones reñidas con la moral".

Si. Esto es de hace 100 años atras... A proposito, ¿Hace mucho que no pasa por la recova de Once?
¿Un amor de cuento de hadas?
de Lucia Galvez,
"Las mujeres y la patria"
(Grupo Editorial Norma, 2001)

Esta es una historia que transcurre durante la "belle epoque", y que asiste a su final, abarcando el periodo dorado de una Argentina que crecio muy rapido y empezo a declinar casi sin darse cuenta.

Las ciudades mas importantes, dejando atras su pasado hispanocriollo, imitaban en sus edificios y urbanizacion a las urbes europeas. Tambien las costumbres habian cambiado: las familias ya no se reunian "en torno al brasero, al olor del sahumerio de las pastillas de lima", ni se realizaban sencillas tertulias donde los jovenes conversaban tomando mate, mientras las señoras jugaban al tresillo. La Buenos Aires de don Torcuato de Alvear se parecia cada vez mas a Paris y quienes formaban el primer estamento de su sociedad, tenian el buen gusto de gastar su dinero en edificios, objetos, vestidos, joyas, etc., que contribuirian a embellecerla y modernizarla. Tanto las familias que habian hecho grandes fortunas con el trabajo de sus estancias, como aquellas, no tan poderosas pero con un buen pasar, provenian de esa sociedad tradicional.