viernes, octubre 8

Legajos a buen recaudo

El Archivo Histórico Municipal de Xixona ha ampliado su patrimonio recientemente gracias a la donación de valiosos documentos por parte de Manuela Rovira Galiana.

Rovira Galiana es una xixonenca de corazón aunque nacida en La Vila Joiosa que ha cedido un árbol genealógico que se remonta hasta 1460, año en el que ya se tiene constancia de su primer antepasado en Xixona, Abdón Rovira.

R. A. FRAILE Manuela Rovira Galiana a quien su padre transmitió el amor por Xixona y por la historia de su familia ha querido compartir con el que siempre ha considerado su pueblo valiosos documentos que durante siglos han conservado sus antepasados, una estirpe de nobles en la que destaca su bisabuelo Luis Rovira Ladrón de Guevara quien ostentó el cargo de defensor del castillo de Xixona y cuya vara de mando aún conserva.
Hace 49 años que vive en Ontinyent, desde que se casó con Roberto Belda Revert, pero no puede evitar hablar con pasión de Xixona. "Es un pueblo extraordinario, pequeño pero muy grande a la vez", asegura Manuela Rovira, quien acompañada por su esposo estuvo recientemente en el pueblo para firmar la cesión de numerosos legajos, algunos de ellos de gran valor histórico como son 29 unidades documentales de los años 1596 a 1796.

En su gran mayoría se trata de pleitos y, sobre todo, escrituras -compraventas, cargamientos de censos, establecimientos enfitéuticos (cesión del dominio útil de un inmueble, a cambio del pago anual de un canon)- de la familia Rovira, uno de los linajes más destacados en el pasado de la ciudad.
El donativo de Manuela Rovira lo completa un impreso de 1628, relativo a una disputa sobre aguas de riego entre Xixona y Alicante, y un libro protocolo de los años 1785 a 1787 del notario de Xixona Bautista Picó. Éste último es, sin duda, el más valioso del lote y viene a completar la serie que conserva el Archivo sobre este notario. El donativo formaba parte del archivo "Herederos de D. Luis Rovira Ladrón de Guevara".
Muchos de los documentos que ahora ha cedido Manuela Rovira pertenecían a su padre, farmacéutico de profesión que fue alcalde de Xixona, una persona muy curiosa en lo que asuntos históricos se refiere que además de los legajos procedentes de su familia fue haciéndose con un patrimonio documental muy importante. Fue él quien se interesó por el árbol genealógico de la familia, una aventura que le llevó a descubrir que el primer Rovira afincado en Xixona, en 1460, se llamaba Abdón. Manuela, al ser hija única, ha conservado todo este patrimonio.
La donación es de carácter plena y tiene como objetivo enriquecer el patrimonio documental de la ciudad así como favorecer la investigación histórica, según explican fuentes municipales quienes consideran que se trata de una contribución muy importante que mejora el conocimiento de las raíces xixonencas.
El patrimonio documental en posesión de Manuela Rovira es mucho más extenso aunque ha querido conservar, mientras viva, algunos de esos documentos. Sobre todo, aquellos que encierran un mayor valor sentimental. Por ejemplo las hojas de servicio de su tatarabuelo Manuel Rovira y Almunia quien para entrar en la marina tuvo que justificar que sus cuatro abuelos era nobles o documentos de otro antepasado que fue ayudante de campo de Alfonso María de Borbón y Castelví en Cuba.
"El día que yo no esté les he dicho a mis hijos que si ellos no quieren conservarlo lo donen al Archivo Histórico de Xixona", explica Manuela Rovira para quien contribuciones como la suya son la única manera de nutrir el archivo y de enriquecerlo. "No podemos meter las cosas debajo de una cama y que no las vea nadie", asegura.
En la donación de los documentos al Archivo Histórico Municipal estuvo presente el alcalde de Xixona, Ferrán Verdú, la concejal delegada de Archivos, María Teresa Carbonell, y el archivero municipal, José Bernabé Ruiz, que firmaron el documento. También estuvo presente Roberto Belda, esposo de Manuela quien ha participado activamente en esta cesión ya que fue él quien inició las conversaciones previas con el Consistorio.
Manuela lamenta que ahora va muy poco a Xixona. La casa familiar la heredó una prima que posteriormente la vendió al Ayuntamiento. Ella sólo visita el pueblo en Semana Santa -a ver el Cristo de la Buena Muerte, un paso muy ligado a su familia- y en los Santos para poner flores en el panteón familiar que han restaurado recientemente. Sin embargo, su contribución estará para siempre.

 Fuente: nformaciones.es


miércoles, octubre 6

Abuelos italianos

Jubilada desde hace un tiempo, Graciela Puntillo se decidió a armar el árbol genealógico y la historia de su familia materna a pedido de sus nietos, aunque también adelantó que hará lo mismo con la de sus padres.
Graciela Puntillo goza desde hace un tiempo de su merecida jubilación, después de tantos años dedicada a su trabajo. Por este motivo, ahora disfruta de un tiempo extra para hacer “cosas pendientes” para ella y para su familia, según contó.

Entre ellas figuraba el armado del árbol genealógico de su familia materna, oriunda de la región del Piemonte, Italia, que venía prometiendo a sus cuatro nietos, de 19 y 15 años, que viven en Rosario, y “los benjamines de 4 y 7 años, que viven acá en Santa Fe; los amores de mi vida”, admitió con orgullo.

El hecho de que uno de ellos necesitó conocer aquel entramado de nombres, parentescos y fechas de nacimiento para un trabajo en la escuela, dio un nuevo impulso a Graciela para encarar esta tarea pendiente. Se ayudaría con gran cantidad de fotografías y documentos que atesora, y que había guardado con cariño su mamá.


“Como estoy jubilada ahora tengo más tiempo”, remarcó Graciela, al tiempo que contó que “cuando empecé a armar el árbol genealógico mi nieto me preguntó qué recordaba de mis abuelos y por eso le dije que iba a buscar las fotos que tenía, y empecé a escribir la historia de mis abuelos maternos. También hice la del papá, para lo cual tuve que hablar con los otros abuelitos”.

Sin embargo, anticipó que “también estoy armando la de mi papá, que me está costando un poco más. Mi papá murió cuando yo era muy chica y no me acuerdo de muchas cosas, pero tengo pasaporte y mucha documentación, así que me tengo que sentar un día a armar también esta historia”.

CERVECERO Y MOLINERO

“Tuve dos abuelos fabulosos”, explicó emocionada cuando comenzó a relatar su historia, y aclaró que “mis bisabuelos ya habían muerto cuando mi papá vino de Italia, y mi abuelo nunca se acostumbró al idioma”.

“Mi abuelo materno, el nono Juan Bautista Vanetti, nació en Cirié, provincia de Torino, región del Piemonte (Italia) el 1º de mayo de 1883. Era hijo de Pietro Vanetti y de Rosa Tempo. Tuvieron cinco hijos, tres de los cuales se quedaron en Italia y tres vinieron a Argentina: Domingo, Antonio y Juan Bautista”.

Mi nona -continuó-, Herminia Rosa Passerini, nació en San Carlos, provincia de Santa Fe, el 18 de noviembre de 1890. Sus padres fueron Francisco Passerini y Úrsula Passerini. Fue bautizada en la Iglesia de San Carlos Norte.

Se conocieron -precisó- cuando Juan Bautista llegó a San Carlos Sud para trabajar en una empresa cervecera que funciona hasta nuestros días y -según nos contaba- su intención era regresar a Europa una vez finalizada la tarea para la cual había venido. Pero conoció a Herminia y sus planes cambiaron.

“Recordaba la nona que se enamoró de ella y se quedó para siempre en la Argentina. Se casaron en San Carlos Sud, el 27 de abril de 1911. En 1912 nació su primera hija, Nélida, después Francisco y por último Idelma”, contó Graciela.

Y agregó: “Tuve mucha relación con mis abuelos porque siempre viví con ellos. Cuando ella murió yo ya estaba casada y tenía a mis dos hijas, y cuando falleció mi abuelo me estaba por casar. Tuvimos una relación, sobre todo con mi abuelo, muy buena: salíamos a caminar y a pasear juntos, y por eso tenía muchas cosas para contar. También me acuerdo de lo que me contaba la abuela cuando quedó viuda”.

TRABAJO Y PROSPERIDAD

Todos los hijos de Juan Bautista y Herminia formaron sus familias: Nélida Antonia (mamá de Graciela) se casó con Eugenio Puntillo y fueron padres de Graciela Guadalupe y de Eugenio Oscar; Francisco Pedro se casó con Clemira Nélida Ghilarducci y fueron padres de Edgardo Oscar y Stella Maris; Idelma Rosa -la tercera hija del matrimonio- se casó con Benito A. Villarreal y fueron padres de Viviana del Carmen y Eduardo Ramón.

Alrededor de 1925, el matrimonio se radicó en la ciudad de Santa Fe y el 1º de diciembre de 1926 Juan Bautista comenzó a trabajar en el Molino Harinero de Lupotti y Franchino, ubicado en bulevar Gálvez 2342, como herrero.

Ganaba 92 centavos la hora, más una bonificación del 10%, según consta en su ficha personal de trabajo Nº 12.573, del Departamento Provincial del Trabajo, que conserva Graciela. “Encontramos el discurso de los compañeros cuando se jubiló, además de su libreta de trabajo. Mi mamá conservaba toda esta documentación y cuando ella falleció, mi hermano me trajo una caja de fotos y documentos. También estaba la invitación para el festejo de las bodas de oro de mis abuelos, que festejaron en 1961”.

Juan Bautista Vanetti se jubiló el 20 de septiembre de 1947 y sus compañeros del Molino Harinero Santa Fe “lo despidieron con una hermosa reunión y un discurso emocionado, que guardamos entre nuestros recuerdos más queridos”, reconoció Graciela Puntillo.

El 27 de abril de 1961, Juan Bautista y Herminia festejaron sus Bodas de Oro Matrimoniales, con una misa en la Iglesia de Nuestra Señora de La Salette y, por la noche, una reunión familiar con parientes, amigos y vecinos, en su casa de calle Castellanos, entre San Luis y Belgrano.

AMOR Y GRATITUD

“Los recuerdos que tenemos de nuestros abuelos son entrañables. Herminia era una cocinera excelente: sus pastas, su estofado y su strudell de manzanas engalanaban la mesa de los domingos y las ocasiones especiales en que nos reuníamos. Era, además, una gran tejedora: con sus dos agujas hacía maravillosos ajuares para bebé que se asemejaban a una espuma blanca, y confeccionada con toda dedicación y amor”, comentó Graciela.

Respecto de su abuelo Juan Bautista, aseguró que “era el típico nono italiano que cobijaba a sus hijos y nietos, al que acudíamos en la seguridad de encontrar un gesto de cariño y una palabra tranquilizadora. De modo simple y sencillo, como era él, nos enseñó a interpretar las cuatro operaciones matemáticas, las fases de la luna, el abecedario, a interpretar las noticias y a leer los diarios, subrayándonos las líneas que realmente valían. Era un gran caminador y, de su mano, recorrí las calles de barrio Candioti, el bulevar Gálvez, la estación de trenes, la costanera, el Mercado Central”.

Por otra parte, aclaró que “nuestra familia no era numerosa pero teníamos unos vecinos maravillosos, que completaban esa falta. Me gustaría recordar a doña Catalina y don Pedro Fantini, a doña Anita y Santiago Anfosi, los Bedes, los Pravisani, los Cavagna, los Fuggini, los nonos Baragiola, queridos amigos de Juan y Herminia”.

FAMILIA UNIDA

Por último, Graciela Puntillo recordó que “el nono falleció el 8 de agosto de 1962, a los 79 años. Su última sonrisa fue para Herminia, que lo estaba ayudando a tomar su merienda. La nona Herminia falleció el 25 de abril de 1977, a los 86 años, y voló a reunirse para siempre con Juan”.

Luego explicó que “mamá y mis tíos también están fallecidos. Mamá falleció hace seis años y mi tía, que era la más joven de las hermanas, hace dos. Mi tío vivió en Mar del Plata durante mucho tiempo, trabajaba acá en Agua y Energía y después lo pasaron allá, adonde se afincó. Nacieron mis primos, que se casaron allá y ahora tienen sus nietos”.

Y concluyó: “Dejaron una familia muy unida, conformada sobre un amor que pasó momentos de tristeza y alegría, pero que supieron consolidar como una roca firme y protectora. Hoy los sobreviven 4 de sus 6 nietos, 14 bisnietos y 12 tataranietos. Y vamos por más con la esperanza de transmitir los valores y el amor que nos legaron, porque la historia de Juan Bautista y Herminia es nada más y nada menos que una historia de amor”.
Recuerdos entrañables de dos abuelos italianos

Reunión para despedir a Juan Bautista vanetti cuando se jubiló del Molino Lupotti-Franchino.

EL VIEJITO REZONGÓN

Cuando Juan Bautista Vanetti dejó de trabajar en el Molino Harinero de Lupotti y Franchino, uno de sus compañeros fue el encargado de despedir a este trabajador, quien -junto a Pío Marchetti- comenzarían a gozar de la esperada jubilación.

El escrito decía: “Para nosotros, el alejamiento de tan dignos camaradas significa momentos de tristeza y alegría; tristeza porque ya no los vemos diariamente entre nosotros, alegría porque pensamos y sentimos que después de la gran tarea realizada durante largos años ininterrumpidos de trabajo al servicio de la industria molinera se han hecho acreedores del amparo de la justicia social”.

Y continuaba refiriéndose a Vanetti: “A pocos metros (de Pío Marchetti), en la sección Taller, se encontraba el compañero Juan Vanetti, “el viejito rezongón’ como cariñosamente le llamamos, el que con su martillo al pie de la fragua y la bigornia trabajaba con ahinco en el arreglo de las maquinarias para mantener su normal funcionamiento en la trituración del grano”.

Y concluía: “Fue además un compañero de trabajo en el verdadero sentir de la palabra y dotado de un gran espíritu de cooperación”, al tiempo que destacaba que “estos dos camaradas, dignos de imitar, pues, es de tener en cuenta que no solamente han servido a los intereses patronales sino que -de ese modo- han contribuido al perfeccionamiento de una de las principales industrias del país. De esta manera, han cumplido con el honroso deber en bien del pueblo”.

Fuente:
ellitoral.com
TEXTOS. MARIANA RIVERA

martes, octubre 5

La biblioteca de Ermua elabora el árbol genealógico del Marqués de Valdespina

Este trabajo trata de recordar a la familia Orbe y se puede consultar en un apartado de la página web municipal

La biblioteca municipal de Ermua ha elaborado el árbol genealógico del Marquesado de Valdespina y lo muestra, de forma gráfica, en su 'Colección local'.
En este trabajo las personas responsables de la biblioteca han contado incluso con la colaboración de los descendientes venezolanos de la familia Orbe y otras fuentes documentales consultadas. Esta curiosidad se puede ver en el apartado de la 'Colección Local' que la biblioteca tiene en la página de internet del Ayuntamiento de Ermua (www.ermua.es).
Con este trabajo se pretende rendir un pequeño homenaje a la familia Orbe, tan ligada a la historia de la Villa de Ermua.
La piedra angular de este trabajo fue la labor que desempeñó en 1934, hace 76 años, el Marqués de Tola de Gaytán, investigando en el archivo de la familia y plasmándolo en un artículo que trataba sobre la Casa Murguía, entroncada con el Marquesado de Valdespina, por matrimonio del primer Marqués de Valdespina con María Teresa de Murgia y Arbelaiz
Este árbol genealógico es uno más de los documentos que se han incluido en la iniciativa de la 'Colección local' que pretende recoger datos referentes a la historia tanto reciente como lejana del municipio.

lunes, octubre 4

heráldica en el territorio histórico

El clan alavés

La madre Vitoria es de las pocas ciudades en tener nombre y apellido. Sus hijos, los habitantes del territorio, también heredaron una heráldica compuesta, que les distingue de otros linajes, tanto por su peculiaridad como por ser la mejor conservada en todo el Estado.

Vitoria-Gasteiz es una de las pocas ciudades que puede presumir de tener nombre y apellidos. Una denominación que se refiere tanto a Nueva Victoria, la denominación que así le dio el rey Sancho VI cuando fundó la villa en 1181, como a la colina que ocupaba el primitivo poblado de Gasteiz. Una seña de identidad que no sólo se ciñe a la capital alavesa, ya que los habitantes de Álava también lucen con orgullo la singularidad de sus apellidos. Aunque más bien si algo distingue a la heráldica de este territorio es la pluralidad, ya que se trata de apellidos compuestos, como Ortiz de Zárate o López de Arana, que los hace inequívocos fuera de estas fronteras. Un mismo apellido incorpora tanto el nombre del padre (Pérez, hijo de Pedro), como el toponímico local, es decir, el lugar del pueblo de origen de la estirpe (Heredia), siempre precedidos del de.

"Que tengan esta preposición no es algo único de Álava porque también se dieron mucho en la zona norte de Burgos o Bizkaia. Pero en este territorio histórico se han conservado mejor porque abundaban y, al haber tantos, siempre queda un legado muy grande", explica Ricardo Álvarez Lacalle, un proyectista que durante décadas trabajó para un estudio de arquitectura hasta que un día decidió hacer de su hobby su profesión.

"Desde siempre he tenido la afición. A mis primos de mi segundo apellido les explicaba los orígenes del linaje por los documentos que tenía en casa. Un día se acabó el fondo y empecé a investigar por mi cuenta hasta dónde se remontaba mi árbol genealógico", añade este hombre diplomado en Genealogía, Heráldica y Derecho Nobiliario. "Te sorprendes de las cosas con las que se encuentra uno investigando. Por ejemplo, en mi caso, descubrí que mi mujer, María Jesús Gómez de Salazar y yo éramos primos en octava generación".

Una anécdota que atrajo la curiosidad de un amigo suyo por querer tirar del hilo de su dinastía, al igual que también lo hicieron 6.000 familias a las que ha investigado sus antepasados a lo largo de treinta años de profesión. "Estudio apellidos vascos y del resto del Estado, aunque en alguna ocasión también me han pedido alguno extranjero. Pero como se suele decir, ¡no se le puede poner puertas al campo!".

Recuperación Su carné de investigador del Ministerio de Cultura le permite el acceso a los archivos civiles y eclesiásticos. Un pasaporte útil a la hora de abrirse puertas para buscar pruebas que confirmen que el apellido Martínez llevaba tras de sí un De Larrea. "Son muchas las personas que quieren recuperar su apellido compuesto. Hay una sensibilidad especial en Álava porque éste vuelva a sus orígenes", relata.

Y no se trata de pérdidas que se puedan contar con los dedos de la mano. Abundan los apellidos alaveses mutados o limitados en un simple García. Olvidados en el tintero de los escribanos, de su desidia ocasionada, sobre todo, durante los primeros años del Registro Civil, allá por 1871. "No era raro que pondrían "fue hijo de Manuel Martínez y se olvidaran del De Marigorta". Por esta omisión, Álvarez Lacalle lo tiene claro a la hora de encontrar antepasados: "Lo mejor es recurrir a los fondos de la Iglesia al conservarlos mejor".

Los documentos eclesiásticos incluso remontan la dinastía familiar a los siglos más lejanos. El motivo de ello se debe a que la Santa Sede fue la primera en descubrir la necesidad de dejar por escrito los sacramentos de sus fieles. Así lo acordó en el Concilio de Trento (1545-1563). "Aunque, por fortuna, en Álava ya existía la costumbre de hacer las partidas, en las que el párroco ponía que tal vástago era hijo de tal padre y de tal madre. Con el paso del tiempo, a mediados del XVII, en la provincia se va completando la información al incorporar también los datos de los abuelos".

No cabe duda de que esta tradición alavesa facilitó la tarea en el momento de recuperar un apellido compuesto. "Para obtener el expediente de Certificación de Errores, el Registro Civil exige antes de la primera inscripción mal escrita que aparezca escrito en su totalidad en dos generaciones seguidas". Lo que significa que para restituir el brillo original se debe retrotraer a siglos pasados, porque en dos generaciones "ya nos plantamos en 1871".

Dura investigación Álvarez Lacalle recuerda con especial orgullo la búsqueda que le sumergió en el linaje del cardenal Eduardo Martínez Somalo, -mano derecha del Papa Juan Pablo II, al ser su secretario de Estado- por ser "muy gratificante a pesar de que tuve sólo dos meses para realizar el trabajo". El encargo lo hizo la coral Manuel Iradier para hacerle un regalo al monseñor de Baños del Río Tobía, ya que éste llegaba a su despacho riojano en julio. "Al principio tenía miedo de encontrarme algo en su familia que pudiese afectar a su carrera eclesial. Al final, por voluntad propia, renuncié a mi derecho de propiedad intelectual para quitar dudas de si podía aprovecharme en un futuro de hacer público sus datos".

Al religioso le sorprendió tanto el trabajo del experto en heráldica que la audiencia se alargó más de la cuenta. "Era sólo de un cuarto de hora, de 19.00 a 19.15 horas y, al final, salimos a la 20.15 horas y me dio la medalla de plata número 121 porque dijo que se trataba de una verdadera tesis doctoral".

Tras tres décadas de investigaciones genealógicas, a Álvarez Laca-lle, que se jubila el año que viene, le queda una espinita clavada. "Con mi primer apellido sólo pude llegar hasta el abuelo de mi bisabuelo. ¡En casa del herrero, cuchillo de palo!", dice ya resignado.

Agurtzane Salazar
noticiasdealava.com