viernes, diciembre 10

La bebida nacional y la Historia Familiar

Las raíces sanjuaninas del vino

El vino fue declarado "Bebida Nacional" por la presidenta. Allí homenajearon a dos tradicionales familias vitivinícolas sanjuaninas. 

En Capital Federal la vitivinicultura argentina se vestio de gala para recibir de manos de la presidenta Cristina Fernández el decreto que declara al vino como "Bebida Nacional", distinción que se iba entregar el pasado 1 de noviembre pero que por la muerte de su esposo se postergó para esta fecha. Pero el reconocimiento fue mucho más allá y casi a modo de saldar una deuda histórica, se distinguio a dos familias tradicionales sanjuaninas que hicieron trascender a la industria del vino: Los Graffigna y los Pulenta. Don Juan Graffigna y Mario Pulenta fueron los encargados de recibir el galardón. DIARIO DE CUYO publicó el último 13 de junio en el suplemento "Forjadores del Terruño" sus ricas historias.

En 1862 desembarcó el primero de los Graffigna, don José, quien venía antecedido de un periplo que primero lo había tenido en California, Estados Unidos, y luego en el vecino país de Chile. Eligió Concepción para arraigarse y plantar las primeras viñas que llevarían su impronta. Luego se sumó su hermano Juan, quien lo acompañó hasta 1869, momento en el que se separó y decidió comprar tierras en la zona de Desamparados.
Familia PULENTA

Más tarde sería Santiago, que con apenas 12 años cruzó el Atlántico -a pedido de Juan- para echar raíces en San Juan. "Mi nono -por Don Santiago- fue a mi entender uno de los mayores visionarios que tuvo la vitivinicultura en el país y no quiero exagerar pero tal vez del mundo. Él hizo crecer a la empresa familiar y la llevó a la cúspide, e incluso cuando Juan y Emilio vinieron a la provincia y después volvieron a Italia, fue el nono el que siguió a pie firme con la bodega y los viñedos para hacerla grande y fuerte. De mi parte lo que hago es simplemente continuar con esta riquísima historia", contó anoche antes de partir a Buenos Aires, don Juan Graffigna, nieto de Santiago y tal vez uno de los últimos eslabones que siguen ligados a la industria, que a pesar de su longevidad siguen despuntando el vicio por la vitivinicultura. Santiago, columna vertebral de la familia, fue el primero en todo Cuyo en formar una Sociedad Anónima para que sus descendientes trabajen la empresa en base a un orden estricto y explícito.
Familia GRAFFIGNA

No menos rica es la historia de los Pulenta en San Juan y su vinculación con la industria vitícola. Esta familia, que tuvo como primer eslabón con la provincia a don Angelo Antonio Polenta, que por una mala inscripción en el Registro Civil argentino terminaría siendo involuntariamente rebautizado como Pulenta, apellido con el que finalmente trascendió. A San Juan llegó luego de trabajar como empleado en una finca mendocina y recibir por parte de su patrón unas tierras en la zona de Pie de Palo para que las labrara; fue así como Angelo y sus 9 hijos comenzaron la noble tarea de multiplicar sus tierras a base de esfuerzo y sacrificio.

Luego de que muere Angelo, sus hijos forman la Sociedad Colectiva Pulenta Hermanos, que allá por 1956 pasaría a llamarse Bodegas Peñaflor, en San Martín. Sus vinos se hicieron populares en todo el país y la bodega se convirtió en una gran familia, comentan todavía aquellos viejos habitantes de la zona que guardan en sus retinas las anécdotas que pintan de cuerpo entero a los Pulenta. "Este es un reconocimiento a todos los inmigrantes, principalmente a los españoles y los italianos, que fueron los que eligieron en su mayoría a Cuyo para quedarse. Ellos fueron los que vinieron acá sin prácticamente nada y trabajaron la tierra cuando esto no era absolutamente nada. A mí me emociona ser distinguido en nombre de la familia, es una enorme satisfacción recibir un galardón, es el merecido premio a todos los que hicieron grande la vitivinicultura sanjuanina y recibirlo el mismo día que el vino es declarado bebida nacional, hace que sea aun más importante", dijo Mario Pulenta.

martes, diciembre 7

Hallan cartas de Sarmiento en el armario de una escuela

Quizá fue por obra del azar o por una jugada del destino: una bibliotecaria de la Escuela N° 1 San Miguel del Monte de la ciudad de La Plata, encontró olvidados en un viejo armario del colegio una serie de manuscritos de Domingo Faustino Sarmiento, de Marcos Sastre, de Francisco Berra y de otros especialistas de la educación, que ayudarán a entender cómo funcionaba el sistema de enseñanza bonaerense durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del siglo XX.

Se trata de 70 rollos fechados entre 1858 y 1929 que permanecieron inmaculados en un mueble (que, según un grupo de investigadores que visitó el establecimiento, no se abría desde hace medio siglo) y que fue abierto por casualidad cuando se decidió acomodar la biblioteca de esta escuela, ubicada a 102 kilómetros de la capital provincial.

Los primeros volúmenes, escritos de puño y letra por el propio Domingo Faustino Sarmiento, reúnen cartas, informes, pautas de conducta en el aula y consejos a los maestros sobre distintas cuestiones como la disciplina.

También se hallaron manuscritos de Marcos Sastre y de Francisco Berra, que fueron los primeros directores generales de Escuelas que tuvo la provincia de Buenos Aires, y que dejaron una marca indeleble en la raíces de la educación argentina.

"La verdad es que no podíamos creer el buen estado de conservación de estos manuscritos, que tienen 150 años de antigüedad. Estaban enrollados, a modo de papiros, y sólo abrimos los más antiguos, de 1858", explicó ayer a La Nacion el director del Centro de Documentación e Información de la Educación bonaerense, Rafael Gagliano.

El funcionario agregó: "Ahí encontramos las cartas de Sarmiento y de Sastre. Leer el primer volumen nos dio una visión global de la magnitud del hallazgo".

Profesor en historia de la educación argentina, el especialista de la Dirección General de Cultura y Educación bonaerense viajó a la ciudad de San Miguel del Monte para hacer una primera evaluación de los documentos y certificar si, efectivamente, se trataba de manuscritos originales de Sarmiento.

"Lo primero que me llamó la atención fue una carta de 1858 enviada por el director de una escuela de Monte, que le pide a Sarmiento consejos sobre cómo debía proceder con un chico que tenía problemas de conducta. Sarmiento le respondió con un consejo muy duro: le dijo que suspendiera durante un año al chico de la escuela y que visitara a los padres periódicamente para ver cómo se seguía portando el alumno durante ese año de castigo", dijo Gagliano.

Fuente: Notiexpress/La Nación 

La descubridora
Graciela Rodríguez no puede salir de su estupor. Durante toda la mañana, esta maestra de primaria ha recibido llamadas de distintas radios y museos para que relate cómo fue que halló, en un armario del colegio, una serie de manuscritos olvidadosCuenta una y otra vez que, con motivo de la celebración del Bicentenario, las autoridades del colegio le pidieron que hiciera un informe sobre la historia de la escuela, fundada en 1816.
"Busqué material en la dirección, en la secretaría y en la biblioteca. Pero realmente quedé sorprendida cuando encontré unos rollos muy antiguos dentro de un armario que estaba en un aula del nivel secundario. Pregunté a varias maestras y a la directora, pero nadie se acordaba bien de cómo había llegado ese armario al colegio y porqué estaba ahí."
 La docente dice que, tras encontrar los documentos decidió llamar al historiador del pueblo, Alejandro Cortez, que les aconsejó dar aviso a la Dirección General de Cultura y Educación bonaerense. Se trataba de documentos muy antiguos y no valía la pena correr riesgos.
"Abrí uno de los rollos y comencé a leer. Era un volumen de 1858, pero contenía cartas de Sarmiento de 1857 y un estatuto que reglamentaba la enseñanza en las escuelas bonaerense, escrito por Sastre. Hice una especie de inventario en un cuaderno con la fecha de los manuscritos de ese volumen y un resumen de lo que decían. En realidad, no sabía la dimensión y valor histórico de los documentos, hasta que vinieron los especialistas de la Dirección de Escuelas", cuenta Rodríguez.
Rosa Calle es, desde hace tres años. la directora de la Escuela N° 1. Afirma que desde que llegó al colegio nunca se imaginó que ese armario podría esconder manuscritos y documentos que permitirán conocer como era la educación de la provincia a mediados del siglo XIX y principio del XX.
"El armario nunca estuvo cerrado con llave y pasó inadvertido como un mueble más del establecimiento. Cuando descubrimos los rollos trasladamos el armario a la biblioteca. El director del Centro de Documentación e Información de la Educación bonaerense, Rafael Gagliano, luego de verlos nos aconsejó que los dejemos tal cual estaban, hasta que nos envíen un especialista en manuscritos del siglo XIX", señala.
Cuenta la directora que, una vez que trascendió la noticia, la comunidad educativa de San Miguel del Monte se vio conmocionada por el hallazgo. "El intendente nos ofreció reforzar la seguridad en la escuela y nadie aquí quiere que los manuscritos dejen de estar en el colegio."
Por eso, el inspector jefe del distrito, José Almeida, decidió que los maestros de la Escuela N° 1, además de dictar una clase especial sobre el descubrimiento de los manuscritos, realizaran una tarea casi antropológica. "La idea es que, en los próximos meses, alumnos y maestros comiencen a entrevistar a docentes y directores retirados que pasaron por el colegio, para poder develar la historia de cómo llegaron esos 70 rollos a la escuela." 


domingo, diciembre 5

Descansar en paz en Tulcan....que lujo!!!!!

Un Cementerio de Ecuador, declarado Patrimonio Cultural del Estado, sitio Natural de interés turístico y Patrimonio de la Humanidad segun la UNESCO.










Felicitaciones a los hermanos ecuatorianos!!!!!