miércoles, noviembre 14

Los Demarchi

Se caracterizan por tener ojos claros y nariz prominente. Suelen hablar en voz alta y todos al mismo tiempo. Se ríen a carcajadas, viven haciendo bromas y cantan y bailan con admirable pasión. Pero detrás de esos rasgos típicos de “gringo de campo”, se esconde un sentimiento familiar indestructible.
Esa fortaleza espiritual tiene un origen sanguíneo muy fuerte, que se remonta a la Italia de fines del Siglo 19, y que por obra y gracia del destino los llevó a recalar en esta parte de la geografía cordobesa hace nada menos que 114 años.
Son “los Demarchi”, a secas. Miembros de una tradicional familia de Silvio Péllico que se expandió a otras latitudes de nuestra Argentina y del mundo, y que hace unos días se reunieron “en patota” (más de 120 personas) para compartir la alegría del reencuentro, anécdotas, chistes, un emocionante vídeo, canciones y otras sensaciones que quizás sólo ellos puedan explicar. Pero por sobre todas las cosas, muchos besos y abrazos.
Para hablar de los Demarchi hay que remontarse al 25 de agosto de 1887, cuando Blas Demarchi y su familia emigraron de Saluzzo, un pequeño pueblito de la provincia italiana de Cúneo, región del Piemonte, en busca de nuevos horizontes y de una vida más digna, alejada de la pobreza.
Zarparon del puerto de Génova en el barco “Principessa Mafalda”, y llegaron a Buenos Aires el 21 de setiembre. Vivieron algún tiempo en las localidades de Timbúes y Las Rosas, en la provincia de Santa Fe, hasta que en 1898 se radicaron definitivamente en la por entonces Colonia Silvio Péllico, donde se dedicaron íntegramente a las tareas rurales.
En aquella pequeña aldea (cuyo nombre recuerda al escritor y poeta italiano nacido precisamente en Saluzzo), el 10 de junio de 1892 nació Bartolomé Demarchi, semilla germinal de la familia que poco tiempo después se agrandaría prolíficamente.
El 26 de julio de ese mismo año, Bartolomé se casó con Ana Primo y, como todavía no existía la televisión… pues bien, se dedicaron a “disfrutar la vida” y tuvieron siete hijos: Elena, Ernesto, Virgilio, Ana, CarlosMiguel y Simón.
Miguel, con sus casi 86 años de eterna juventud, es hoy la leyenda viviente de aquella rica historia familiar, y en la reunión de los otros días fue el símbolo del reencuentro de los Demarchi.
Todos se casaron y tuvieron, como mínimo, tres hijos… a excepción de Carlos que, siguiendo los pasos de su padre -e incluso superándolo-, engendró otra familia numerosa.
- Elena contrajo matrimonio con Pedro Busso, y de esa unión nacieron José, Raúl y Aldo.
- Ernesto se casó con María Fumero y tuvieron tres hijos: Eduardo, Norberto y María Ana.
- Virgilio se unió en matrimonio con Angela Colombano, y nacieron Marta, Luis, Héctor y Silvia.
- Ana se casó con Bartolo Heredia, y tuvieron a Enzo, Anita y Estela.
- Carlos contrajo enlace con Otilia Nicolino, y dieron a luz ocho hijos: Bartolo, Oscar, Edita, Odila, Omar, Leonardo, Mario y Mariana.
- Miguel se casó con Blanca Fornero y de esa unión nacieron a Andreana, Mateo y Darío.
- Simón se unió con Felisa Fumero y tuvieron tres hijos: Lidia, Liliana y Daniel.
Sólo Miguel y su esposa Blanca pueden seguir contando la rica historia de los Demarchi. Los otros hijos, nueras y yernos de Bartolomé y Ana ya no están, aunque dejaron una huella indeleble que ni el paso del tiempo habrá de borrar.
Nombrar a los que llegaron después haría esta nota demasiado extensa. Pero tengan por seguro que los herederos siguen siendo tan gringos como don Blas, cuando salió de Italia, o “el abuelo” Bartolomé, que sembró la primera semilla en las fértiles tierras de Silvio Péllico, donde los Demarchi llegaron para nacer, crecer, trabajar, reproducirse (¡vaya si lo hicieron!), vivir dignamente y morir en paz.
Daniel Rocha
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