jueves, marzo 22

El guardián de los secretos de la ciudad

Carlos Fernando Hernández es el jefe del Archivo Municipal de Santa Cruz de Tenerife. Llegó a su puesto en septiembre de 2010 después de que esta estancia estuviera cerrada durante unos meses por falta de personal. Antes de formar parte de la plantilla del Ayuntamiento capitalino trabajó varios años en el Archivo Histórico Diocesano de Tenerife y también en el Gobierno de Canarias, donde fue responsable del archivo de la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación Territorial.
Su experiencia profesional está avalada por su formación. Estudió Historia del Arte y también Derecho. Posee un curso de posgrado de Especialista en Archivos y un máster en Genealogía y Heráldica. Además, en estos momentos, realiza una investigación sobre la historia del Archivo Municipal de Santa Cruz y espera publicar pronto un libro que tiene terminado pero del que prefiere no adelantar su contenido.
El Archivo del municipio custodia más de 2.700 metros lineales de documentación generada por el Ayuntamiento entre el siglo XVIII y la actualidad. Debido a la naturaleza de esos 2,7 kilómetros de documento un doble cometido: facilita el funcionamiento de las oficinas del Consistorio y resulta indispensable para el impulso cultural a la ciudad. Investigadores y ciudadanos, así como el personal municipal, pueden hacer uso de estas dependencias para cualquier trabajo.
La consulta y reproducción de todos los documentos es libre y gratuita. La sala de investigación tiene capacidad para diez personas y, además, es posible realizar visitas guiadas por su interior, dirigidas por Carlos Fernando Hernández. Cada día acude una media de tres investigadores, lo que supone, en opinión de este profesional, "una cifra elevada, sobre todo, porque esto es un archivo y no una biblioteca".
La información que se guarda en esta sede es muy variada. Obras públicas, sanidad, infraestructuras, beneficencia, milicias, cargos públicos o actividades comerciales,... son solo algunos de los escritos que se conservan. Entre las series documentales más relevantes destacan las actas del Ayuntamiento desde el año 1792, los padrones de habitantes realizados desde 1804, los expedientes de obras desde 1825 o las licencias de apertura desde 1931.
El documento más antiguo que se conserva en el Archivo data de 1608 y es una copia de la Real Cédula que establece lo que tenían que cobrar los alcaldes reales de Garachico cuando dirimían juicios. Sin embargo, Carlos Fernando Hernández tiene claro que la documentación más importante la forman las actas de pleno del Ayuntamiento, ya que "son el reflejo de todos los aspectos de la vida de la ciudad y muestran las preocupaciones e iniciativas de vecinos y dirigentes municipales".
El jefe del Archivo también destaca, por la demanda que de ellos hacen los investigadores, los padrones municipales, una serie documental que sirve para elaborar, entre otras cosas, estudios de demografía histórica. Otra de las joyas con que cuenta este archivo es la colección completa de todos los boletines oficiales de Canarias así como los de la provincia de Santa Cruz de Tenerife.
Para un historiador del arte como Hernández, así como para cualquier arquitecto, son de gran importancia además los expedientes de obra, ya que contienen los planos de todos los edificios emblemáticos del municipio capitalino. Entre los más llamativos de este fondo están los expedientes de obras de inmuebles como el Cabildo de Tenerife, el Círculo Mercantil, el cine Víctor, el mercado de Nuestra Señora de África, el Banco de España o el Círculo de Amistad XII de Enero. El cementerio de Santa Lastenia, la plaza de Toros, el teatro Guimerá o el propio Ayuntamiento, engrosan también el listado.
Trayectoria
Desde comienzos del siglo XX, el Archivo se halla en el Palacio Municipal. Sin embargo, se ha mudado muchas veces a lo largo de toda su historia. Durante el siglo XVIII y comienzos del XIX, los documentos se instalaban en el propio domicilio del alcalde. En 1819, fecha que podría clasificarse como la de la fundación del Archivo, se elaboró un mueble para guardarlos y en 1845 se ordenó al secretario del Consistorio su acondicionamiento.
Hasta 1875 su estado era "lamentable", explica Hernández, por lo que se designó a un archivero que organizara la documentación. El Archivo se localizó después en la plaza de La Candelaria, en el convento franciscano de San Pedro Alcántara y en un inmueble de la plaza de la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, hasta que en los primeros años del siglo XX pasó a su lugar actual en la denominada Casa de los Dragos de la calle Viera y Clavijo.
Son muchos los proyectos que estudia este archivero. La digitalización de los documentos lleva años pendiente de conseguir presupuesto. Sin embargo, como propuesta mucho más económica, Hernández ha preparado un folleto divulgativo del Archivo que presentará en las próximas semanas ante los responsables de Patrimonio en el Ayuntamiento. Además, quiere crear una página web específica de la colección o, al menos, un acceso dentro de la oficial del Ayuntamiento. Las visitas guiadas a estudiantes y la ayuda continua a los profesionales que demandan su colaboración son los retos a los que se enfrenta este archivero en su trabajo diario.

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SANTA CRUZ

lunes, marzo 19

Hasta los tatarabuelos y más allá

Las nuevas tecnologías han disparado el interés por la genealogía y la historia familiar. Euskadi dispone de un sistema de acceso público a los archivos que es único en Europa 

En la versión resumida de su acepción más seria, la genealogía es «el estudio y seguimiento de la ascendencia y descendencia de una familia». Una de las webs relacionadas con esta disciplina más conocidas y concurridas la define, por su parte, como «un pasatiempo emocionante disfrutado por millones de personas en el mundo». 'Estudio' o 'pasatiempo', puede ser cuestión de matiz, pero también reflejo de dos visiones distintas de una misma, o parecida, actividad.
Si tradicionalmente la genealogía, que tiene su correspondiente formación universitaria, estaba reservada a especialistas y vinculada, además de a la curiosidad histórica, a la necesidad de acreditar la pertenencia a determinado linaje por razones generalmente prácticas, en la actualidad se ha convertido en un entretenimiento al alcance de cualquiera.
Borja Aguinagalde, experimentado historiador y archivero, director de Irargi, el Centro del Patrimonio Documental de Euskadi, dependiente del Departamento de Cultura del Gobierno Vasco, califica de «furor genealógico» el interés que en los últimos diez o quince años está despertando la historia familiar, subrayando, además, que Euskadi es un lugar especialmente idóneo para dejarse llevar por la curiosidad retrospectiva, puesto que dispone de un sistema único en Europa de acceso público a los archivos históricos que la pueden satisfacer.
La 'moda' que, cómo no, nació en Estados Unidos - 'Raíces' y Kunta Kinte se presentan a menudo como detonantes-, floreció con la eclosión de las nuevas tecnologías y está alcanzando el grado de pandemia con la etiqueta 2.0 y las redes sociales, plagadas de ciudadanos que buscan sus orígenes, de aplicaciones supuestamente idóneas para hacerse un árbol genealógico multimedia en un pispás y de avispados emprendedores que, por procedimientos diversos y no siempre suficientemente claros, rentabilizan las ganas universales de saber de dónde venimos y quiénes somos.
La versión colaborativa y cooperativa de la existencia que, supuestamente, garantiza eso que llaman web 2.0 permite a algunas empresas del ramo asegurar que «estamos resolviendo el problema de la genealogía invitando al mundo a construir online el árbol genealógico definitivo». Unas y otras alardean de disponer de millones de registros en los que, a nada que nos esmeremos, encontraremos un espacio para injertar nuestra ramita en el denominado 'árbol genealógico mundial'.
Un paseo por el espacio de la genealogía virtual basta para descubrir varias redes familiares 'más grandes del mundo', así como para comprobar con qué ahínco nos solicitan muchas de ellas nuestras direcciones de correo electrónico y las de esos allegados en compañía de los cuales queremos llegar hasta los tatarabuelos y más allá. Tampoco faltan, junto con propuestas serias, ciberespecialistas que con dos datos nos hacen el árbol genealógico completo y nos dotan del correspondiente escudo heráldico previo pago de su importe.
La mayor biblioteca
En ese universo en constante expansión destaca por su peso y por un rigor que, pese a algunas reticencias, por lo general no le niegan los especialistas, la Biblioteca de Historia Familiar de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos días, véase mormones. La biblioteca propiamente dicha está en Salt Lake City (Utah, EEUU) y contiene, entre otros materiales, millones de microfilmes cuyo número no deja de crecer. Esta iglesia cuenta también con una red mundial de más de 4.500 Centros de Historia Familiar (los hay en Bilbao y en San Sebastián) y con una web (familysearch.org) que, francamente, justifica una visita, aunque al final resulte que el candidato a antepasado haya nacido en 'Ceganra, Spain' en lugar de haberlo hecho en Zegama, hipótesis más verosímil.
Aunque para seguir o intuir las peripecias americanas de muchos de nuestros antepasados herramientas como Familysearch pueden ser útiles a la par que entretenidas, bucear en los antecedentes familiares es especialmente sencillo y fiable en Euskadi. Tanto en su sede de Bergara como a través de su página web, Irargi, el Centro del Patrimonio Documental de Euskadi, ofrece a los usuarios acceso a una cantidad ingente de documentación. A los efectos que nos ocupan, la fuente más relevante y más utilizada son los Registros Sacramentales de los Archivos Históricos Diocesanos del País Vasco, accesibles también desde las webs respectivas.
«Se aprende buscando»
Millones de registros sacramentales (bautismos, confirmaciones, matrimonios y defunciones) con límite en el año 1900 trazan el paso por la historia de millones de vascos. Por millones se cuentan igualmente los euros que, mediante un convenio de colaboración con las diócesis de Bilbao, San Sebastián y Vitoria, ha destinado el Gobierno Vasco a la indización y digitalización de los libros sacramentales de los fondos de las parroquias concentrados en los respectivos Archivos Diocesanos, así como a su difusión por internet.
El resultado de esa iniciativa conjunta no solo ha sido ejemplar, sino que ha tenido una gran respuesta por parte del público. En lo que respecta a Irargi, «las dos terceras partes de nuestros usuarios se interesan por ese tipo de información», afirma Aguinagalde, certificando que el perfil más habitual corresponde a «una persona jubilada con tiempo libre» y que, en la vertiente virtual del servicio, 100.000 usuarios al año y 2 millones de páginas vistas sorprendieron por su magnitud incluso a los responsables de recuento de un buscador más que acostumbrado a las grandes cifras.
Se trata, en general, «de gente normal y corriente, pero muy entusiasta». Aguinagalde reconoce que a esos usuarios «les cuesta aprender a investigar, pero lo hacen a medida que van buscando». Como en Irargi no andan muy sobrados de medios «esa parte pedagógica y de orientación es la más complicada de nuestro trabajo, pero como servicio al público es nuestra obligación». Tiene en mente «un pequeño tutorial pedagógico» para facilitar y hacer más productivas las pesquisas. Y todo es posible en la época de cambios y novedades que se producirán en los próximos meses en la gestión del patrimonio documental vasco... 
 NEREA AZURMENDI | SAN SEBASTIÁN.

El Museo del Inmigrante cumple dos años cerrado

Todavía no tiene fecha prevista de reapertura Es el histórico edificio de Retiro, donde funcionó el hotel que recibió a la inmigración entre 1911 y 1953. En 2010 el Ministerio del Interior lo cerró al público para mudar allí oficinas y aún no lo abrió.
 
Todos los inmigrantes que llegaron entre 1911 y 1953, pasaron sus primeros días en la Argentina en el Hotel de los Inmigrantes. El imponente edificio de hormigón armado se erige en la avenida Antártida Argentina al 1300, en Retiro, justo al lado del muelle que recibió a gran parte de nuestros antepasados . Declarado Monumento Histórico Nacional en 1990, desde 1997 fue destinado como sede para el Museo del Inmigrante, dependiente de la Dirección Nacional de Migraciones. Allí se podía visitar el enorme comedor y algunas salas de servicio. Pero ya no: el museo cerró al público y sólo funciona con una muestra itinerante. Iba a ser sólo por un tiempo, pero ya pasaron dos años y no lo reabren .
“El Museo permanecerá cerrado al público, por cuestiones operativas de la Dirección Nacional de Migraciones, hasta nuevo aviso. Sin embargo la muestra itinerante está funcionando”. Este es el anuncio que aparece en el sitio de Internet de la Dirección (migraciones.gov.ar), que depende del Ministerio del Interior de la Nación.
En el museo confirmaron que el edificio está cerrado al público desde hace un par de años, porque allí se mudaron varias oficinas de Migraciones mientras refaccionan algunas edificios de la Dirección. También dijeron desconocer cuándo lo van a reabrir. Mientras tanto, el museo ofrece a instituciones su muestra itinerante, con fotos, infografías, cuadros estadísticos, líneas de tiempo y audiovisuales que recorren los 200 años de la inmigración en la Argentina .
El edificio del hotel se empezó a construir en 1906 y fue inaugurado en 1911. Fue una de las primeras obras en la Argentina que utilizó hormigón armado como sistema estructural. Es un gran rectángulo de 100 metros de largo por 26 de ancho y tiene cuatro pisos. Era parte de un complejo que incluía el desembarcadero, un hospital, un depósito de equipajes, una oficina de empleo y la dirección. Lo hicieron para recibir, orientar, alojar y ubicar a los miles de inmigrantes que llegaban al país. En el hotel, podían pasar hasta cinco días sin costo , durmiendo en alguno de los doce recintos con capacidad para 250 personas cada uno que tenía el edificio. El hotel podía recibir hasta 3.000 pasajeros .
El museo reconstruía la vida de estos inmigrantes en el hotel a través de muebles originales y objetos. Hasta hace dos años era posible visitar el enorme comedor y algunas salas de servicio de la planta baja. Además, se podía consultar la base de datos de la Dirección Nacional de Migraciones, organizada por el Centro de Estudios Migratorios Latinoamericanos (CEMLA), y obtener un “Certificado de arribo a América” del algún antepasado.
Esta base, que reúne la información de libros de desembarco, expedientes y listas de pasajeros, sigue disponible . Se la puede consultar online en www.cemla.com. Los datos que incluye son apellido y nombre del inmigrante, nacionalidad, estado civil, edad al arribar, profesión, religión, puerto de embarque, nombre del barco, fecha de llegada y, en algunos casos, cómo se componía su grupo familiar.

Fuente: Diario Clarin
Por NORA SANCHEZ