jueves, agosto 2

Anécdotas familiares

Personajes, batallas, acontecimientos importantes, biografías y episodios de la historia de México se reunieron en este libro

CIUDAD DE MÉXICO (17/JUL/2012).- Personajes, batallas, acontecimientos importantes, biografías y episodios de la historia de México, fueron recuperados en el libro "Historias de familia del Bicentenario", en el cual colaboraron diversas entidades de México.

Todos llegaron a tiempo a la cita del Bicentenario de la Independencia (1810) y del Centenario de la Revolución (1910) para traer a la memoria el pasado de las familias mexicanas, destaca en el prólogo Pablo Serrano Álvarez, coordinador de la selección del volumen.

Tatarabuelos, bisabuelos, abuelos, padres, tíos, primos, sobrinos, compadres, amigos, señoras, señores, niñas, niños, jóvenes, surgieron por doquier, en su pasado y en su remembranza, tanto de tiempos muy añejos como actuales, añadió.

"Sería imposible editar un libro con más de 100 mil historias, por ello, el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM) se dio a la tarea de realizar una rigurosa selección", explicó Serrano.

Después de un proceso de lectura de todas y cada uno de los materiales para realizar una selección inicial, luego otras revisiones y nuevas lecturas hasta lograr 101 historias, a las que se le dieron nuevas lecturas, a partir de la Independencia, la Reforma Liberal, la Revolución, al igual que del México contemporáneo, subrayó

Un detalle importante, dijo, es que también se buscó reunir en esta obra aquellas historias que dieran cuenta de los recuerdos, remembranzas y anecdotarios vinculados a todos los estados de la República.

Además, dijo, para transmitir con toda fidelidad las voces de los ciudadanos que comparten su historia, se ha respetado la escritura con la que se plasmó en el portal de "Historias de familia del Bicentenario".

Para enriquecerla se incluyeron imágenes tomadas de los acervos iconográficos del INEHRM, que ilustran los acontecimientos que se narran en cada historia.

"Qué mejor manera de seguir celebrando, que rescatar los relatos de las familias mexicanas en torno a la historia y compartir nuestros recuerdos familiares", adujo Serrano.

Según el coordinador de la selección, es importante reconocer a quienes quedaron en el anonimato por luchar por nuestra libertad y soberanía, porque "La historia de México es la de todos los que habitamos este gran territorio", recordó.

La obra, añadió, es producto de un magno proyecto convocado por la Secretaría de Educación Pública y la Cámara Nacional de la Industria de Radio y Televisión que tuvo lugar en 2010, en el marco de las conmemoraciones del Bicentenario del inicio de la Independencia y del Centenario de comienzo de la Revolución Mexicana, denominando "Historias de familia del Bicentenario", cuyo objetivo principal fue rescatar esas historias y rendir homenaje a las familias mexicanas.

"Qué mejor forma de seguir celebrando, que rescatar los relatos de las familias mexicanas en torno a la historia y compartir nuestros recuerdos familiares", apuntó finalmente Serrano.

 Informador.com.mx

domingo, julio 29

Los Hassan

En la historia de Nicaragua hay varias páginas escritas por los Hassan Morales. Unas están firmadas con tinta, otras con sangre. Algo tuvieron que ver con el derrocamiento de Anastasio Somoza Debayle, el periodismo, la política y también la fundación del Hospital del Niño. Pero, un momento. Vamos muy rápido. Para entender cómo sucedieron las cosas es necesario regresar a la Managua y el Nagarote de los años 30, porque todo comenzó con la llegada de un inmigrante árabe, de esos a los que en este país llamamos “turcos”, a pesar de que no vienen de Turquía sino de Palestina.

Se llamaba Musa Ahmad Hassan, pero en el certificado de vecindad que le extendieron en Nicaragua le tradujeron el nombre. “Moisés Jorge”, se aclaró entre paréntesis. Vino, pues, de Palestina. Dejó su tierra, el pequeño poblado de Yaba, cercano a Ramala, escapando de la ocupación judía y no judía que en aquellos años avanzaba como las olas del mar cuando la marea está alta. Atrás quedaron casa, patio, una esposa y dos hijos, Adel y Fosía. Una vida a la que nunca regresaría.

Pasó primero por Estados Unidos, junto con su hermano Issa, quien también buscaba mejor suerte. Y por alguna razón, que hoy nadie recuerda con exactitud, terminaron en el ombligo de Centroamérica.

Su negocio era el de las telas. Recorrían los departamentos nicaragüenses ofreciendo casimires ingleses, gabardinas, algodón, percales y linos holandeses. Casi nómadas, dormían en el hotelito del pueblo en el que les cogía la noche. Así, en Nagarote, conocieron la posada de Genoveva Hernández, madre de María Elsa Morales, una joven de cabellos crespos y mirada de paloma. Moisés se prendó de la muchacha y en 1940 se casaron. De ahí vienen los Hassan Morales.

Seis hijos tuvo este matrimonio. Los cinco varones fueron nombrados Moisés, como el padre. Anuar Moisés nació en 1941, le siguieron Issa Moisés, Amín Moisés, Omar Moisés y Foad Moisés. Sin embargo, solo uno sería llamado por el segundo nombre: Issa Moisés Hassan, que muchos años más tarde se convertiría en uno de los cinco miembros de la primera Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, conformada para dar rumbo a la revolución.

Sara María fue la penúltima (y por ser la única mujer nunca tuvo aliados en los pleitos entre hermanos). A ella no podían nombrarla “Moisés”, así que, por pura casualidad, terminó llamándose igual que la mujer que le vendía billetes de la lotería a doña María Elsa, cuando la familia ya vivía en la calle 15 de Septiembre, una de las principales arterias de la vieja Managua, y comía gracias a la venta de telas del Bazar Egipto, ubicado frente al mercado Central.

Siempre le apostaba al mismo número, con la terminación 71. Siempre. Excepto la vez que pudo ganarse el premio mayor.

El árabe y la nagaroteña 


Moisés Hassan, el padre, nunca aprendió a hablar español. Apenas aprendió lo básico para comunicarse con su familia, con un marcado acento árabe, salpicado de atropelladas bes.

Llevaba el negocio en la sangre y nadie salía de su tienda sin comprar al menos un retazo de tela. Era poco afectuoso, pero llenaba de caramelos a sus hijos. Nunca tomaba y, sin embargo, fumaba como condenado a muerte. A diferencia de doña María Elsa, era muy religioso. Rezaba tres veces al día y ayunaba un mes al año, en cumplimiento del Ramadán de los musulmanes.

Solía visitar el Club Árabe para platicar y jugar póquer con compatriotas inmigrantes; esto cuando no estaba ocupado sufriendo, pegado al radio que transmitía noticias acerca de la ocupación de Palestina, que tras la Primera Guerra Mundial y hasta 1948 quedó bajo mandato británico. “¡Ahora

sí!”, se dijo, contento, cuando Egipto intervino en el conflicto. Poco duró su alegría pues los árabes fueron vencidos por los sionistas y 750 mil palestinos, expulsados de sus tierras.

Doña María Elsa tenía otras preocupaciones. Era un ama de casa ocupada en la formación de sus hijos y criticar el régimen de los Somoza. “No es posible que podamos vivir en una dictadura que se va trasladando de padre a hijos”, replicaba cuando sus hermanos, todos somocistas, le preguntaban: ¿Y a vos qué te ha hecho Somoza?

Aunque no aprobó la primaria, era buena en la aritmética y escribía con claridad, gracias a su gusto por la lectura, una característica que heredó a Anuar, quien eligió salirse de la escuela para dedicarse a leer clásicos españoles, como Miguel de Cervantes Saavedra, Francisco de Quevedo y Gustavo Adolfo Bécquer.

Anuar estaba destinado a pasarse la vida leyendo y escribiendo. En 1961 empezó a laborar como periodista en el diario La Prensa. Fue ahí que conoció a Rosario Murillo, quien llegó a trabajar como secretaria de Pablo Antonio Cuadra. En 1968 se casó con ella. Él contaba 28 años de edad; Rosario, 18. Pese a su juventud —recuerda Anuar— ella ya tenía dos hijos de su primer matrimonio con Jorge Narváez (Zoilamérica y Rafael). Y “era fina, bonita y modosa”.

El matrimonio no duró mucho. Ya estaban separados cuando Managua se desmoronó, el 23 de diciembre de 1972. En este terremoto, bajo los escombros de una pared, murió el único hijo de la pareja, Anuar Joaquín Hassan Murillo, un niño “muy vivo” a quien le encantaba “leer” cada rótulo luminoso que encontraba en la calle cuando lo llevaban de paseo.

El asesinato de Omar 


Los Hassan Morales crecieron en una casa de dos pisos, con balcón y una azotea en la que los niños se bañaban en cada lluvia. Desde ahí se cayó Omar una tarde en que, como de costumbre, jugaban sobre un barandal, recuerda Moisés. Pero Foad, el benjamín de los hermanos, asegura que fue él quien sufrió el accidente, cuando a los 13 años de edad, justo después de gritar: “¡No le tengo miedo a la muerte!”, perdió el equilibrio y fue a parar sobre una maceta del jardín.

Cada uno tiene su propia versión de la historia familiar. Para Moisés, doña María Elsa era de lo más estricta; pero Amín dice que “ni tanto”. Anuar (cuyo nombre cristiano es Joaquín) cuenta que su madre los bautizó a escondidas de su padre; pero Foad considera que su progenitor estaba bien enterado de todo, nada más que “se hacía de la vista gorda”.

Al menos hay un dato que ninguno confunde ni olvida. Una fecha. 12 de mayo de 1979. El sábado en que la Guardia Nacional mató a Omar.

Tenía la edad de Cristo, 33 años. Estaba casado con Lourdes Murillo (hermana de Rosario Murillo) con quien procreó tres niñas. La mayor tenía 5 años, la menor había nacido apenas tres meses antes del asesinato.

Alguien “sopló” información a la Guardia y Omar, junto a Cristian Pérez Leiva, fue detenido en una de las entradas a la Laguna de Xiloá. Un guardia le dio un “garrotazo” y Omar se rebeló. Le dispararon por la espalda.

Fue Anuar, que por entonces trabajaba cubriendo sucesos para el diario Novedades, quien encontró su cuerpo. Lo buscó de morgue en morgue, hasta que lo halló en el hospital Manolo Morales. Estaba en una gaveta junto al cadáver de Pérez Leiva.

Hasta entonces doña María Elsa tuvo la certeza de que su hijo había estado luchando clandestinamente contra Somoza Debayle. Antes de eso solo sabía de las andanzas de Moisés, que también combatía para derrocar al régimen (peleó en el Frente Interno).

Moisés (padre), el inmigrante, no vivió para ver la insurrección nacional. Partió de este mundo el 9 de julio de 1961, a los 67 años de edad. Lo mató el cáncer. Quizá por tanto fumar, analizan hoy sus hijos.

Estudia, niño... 


Todos estudiaron carreras universitarias. Foad y Amín son neurólogos. De hecho, estaban especializándose en México cuando recibieron la noticia de la muerte de Omar. Y tuvieron que pasar varios meses para que, una vez derrocado Somoza Debayle e instalada la revolución, pudieran visitar la tumba del hermano, que se encuentra en el Cementerio Occidental de Managua.

Foad es fundador del Hospital Infantil Manuel de Jesús Rivera, “La Mascota”, que este año cumple tres décadas. “En aquel tiempo estábamos como diez médicos con especialidad y nos llamaron para incorporarnos al equipo del hospital”, comenta el doctor, ahí en su consultorio, ubicado en la Clínica Tiscapa, en Managua, justo frente al de su hermano Amín, que ya lleva más de 30 años ejerciendo su profesión.

Sara es economista y por varios años trabajó en el Banco Central de Nicaragua. Moisés es ingeniero civil y doctor en física, fue decano de la Facultad de Ciencias y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN) y es autor del libro La maldición del Güegüense.

Anuar es periodista retirado (estudió en la Escuela de Periodismo) y publicó dos volúmenes de Grandes crímenes del siglo XX en Nicaragua , en los que recoge los textos publicados durante sus últimos dos años en La Prensa. Por ahora dice trabajar en unas memorias y planea contar en ellas lo mucho que ha visto y oído.

Fue su madre quien siempre tuvo clara la importancia del estudio. Y les repetía el verso del poeta venezolano Elías Calixto Pompa: “Estudia y no serás cuando crecido ni el juguete vulgar de las pasiones, ni el esclavo servil de los tiranos”.

Doña María Elsa murió en 1998, a los 87 años de edad. Hoy, en el árbol genealógico de los Hassan hay 16 nietos, descendientes de aquella nagaroteña y un palestino vendedor de telas que hace más de 70 años, en una tarde fría —¿o sería una mañana cálida?— pisó por primera vez el suelo de Nicaragua.



En la actualidad. Los hermanos Moisés (político y físico), Foad (neurólogo), Sara (economista) y Anuar Hassan (periodista). LA PRENSA/ U. Molina

FUENTE:
 http://www.laprensa.com.ni
Por: Amalia del Cid

Antepasados zamoranos


No es historiador, ni tampoco ha estudiado paleografía, pero su tesón, su incansable trabajo y la inquietud que le inculcó su abuelo cuando era niño, han dado como resultado que el zamorano Félix Manuel Aparicio pueda presumir de ser autor de uno de los árboles genealógicos más extensos que se hayan realizado en España y donde ya figuran más de 9.000 personas, algunas nacidas en países como Tailandia, Estados Unidos, México o Argentina.“La curiosidad de conocer más acerca de los familiares sobre los que me hablaba mi abuelo, especialmente mi tatarabuelo, fue lo que me llevó a comenzar una investigación que ahora, sin marcarme metas, sólo me planteo finalizar cuando la salud me abandone”, asegura Félix.
Poco a poco, el árbol genealógico de su familia, natural de la localidad zamorana de San Cebrián de Castro, tomó tales dimensiones que las ramas se multiplicaban y abarcaban en cada generación a nuevos vecinos. Fue entonces cuando optó por ampliar lo que en un principio era un proyecto personal para convertirlo en un trabajo en el que está representado todo el pueblo así como el anejo de Fontanillas de Castro y la mayor parte de otras localidades vecinas como Manganeses de la Lampreana, Riego del Camino, Montamarta, Piedrahíta de Castro y Torres del Carrizal.
“En un principio empecé preguntando a mis abuelos como se llamaban sus ancestros y como no podía llegar mas allá de dos o tres generaciones, continué con los archivos del Ayuntamiento, donde hay información hasta 1870. Allí encontraba fechas de nacimientos, defunciones, casamientos..., pero más tarde, para poder continuar desarrollando el árbol, tuve que investigar en el Archivo Diocesano de Zamora”, explica Félix.
El año 1475 es el más antiguo de la multitud de fechas que presenta el organigrama de las relaciones familiares que Félix ha logrado relacionar en San Cebrián, localidad en la que destacan apellidos como Aparicio, Muga, Manso, Ruiz, Lorenzo, Casado y Lera, aunque el caso más curioso es el de Liedo, un apellido único en toda España.
Una de las anécdotas que Félix se ha encontrado en su investigación fue comprobar que en la línea de sus ancestros tenía personas comunes con su mujer. “Como en esa línea de generaciones mi esposa está por encima de mi en el grado de parentesco, resulta que es tía mía en grado cinco, por lo que mis hijos son sobrinos sextos”.
Pero esta anécdota se puede aplicar a todos los vecinos, ya que este árbol genealógico viene a demostrar que en San Cebrián de Castro todos son parientes. “En un principio empecé la elaboración del árbol buscando a los ancestros directos de primer apellido. Posteriormente del segundo y así sucesivamente. A lo largo de mi investigación fui descubriendo que los antepasados que iba encontrando tenían hermanos, que a su vez se habían casado con gente del mismo pueblo y eso me animó a saber quienes eran los descendientes de esas personas. Así, fui desentrañando una tela de araña que envolvía a casi todas las personas que en la actualidad habitan en el pueblo. Vamos, que de una forma u otra, todos somos parientes en San Cebrián”.
Las investigaciones de Félix han tenido un gran impulso en los últimos cinco años gracias a las nuevas tecnologías y, especialmente a un programa informático que calcula el grado de parentesco entre dos personas y que permite trabajar con numerosos datos.
Un aspecto fundamental de este ingente trabajo ha sido la colaboración de los vecinos, que también ha supuesto durante los últimos años miles de contactos personales o telefónicos con personas que se van incorporando al árbol. Entre estas colaboraciones con Félix destaca la de León Gómez, “un buen amigo de Riego del Camino que a sus ochenta años también lleva toda la vida buscando a sus ancestros”. Pero junto a la información, estos contactos también se han traducido en una valiosa colección fotográfica en la que ya aparecen 2.500 personas.
Además de genealogía, este trabajo es la historia de un pueblo, dado que en el organigrama aparecen las personas que el pasado siglo tuvieron que emigrar a ciudades como Barcelona, o países como Estados Unidos, Argentina o México.
Residente en Aranda de Duero (Burgos), donde trabaja como mecánico en la factoría de Michelín, Félix tiene previsto organizar para este mes de agosto en Fontanillas de Castro una exposición en la se exhibirá parte de su trabajo y explicará a sus paisanos cómo bucea en los archivos para encontrar las más profundas raíces de toda una comarca.