viernes, marzo 14

De gatarina y árbol genealógico

MARÍA MAS HERRERA |  EL UNIVERSAL
lunes 3 de febrero de 2014  12:00 AM
Ramón Vudú de los Ángeles, Luna María, Lázara Guasare María, Kimbisa María, Andromeda María, Siete de los Ángeles y Piraña de los Ángeles, todos Herrera y Herrera de la Trinidad de Caracas, al buen estilo castizo, donde el María es por la primera abuela llegada encumbradamente en un barco del siglo XVIII y de los Ángeles (allí perdimos un poquito el linaje) pues reza el mito que mi tátara abuelo Ramón de los Ángeles fue un próspero fenicio que enloqueció de amor al ver a mi antepasado doña María y la siguió hasta estas tierras del Caribe. Estos nombres, además, incluyen el pueblo que nos parió, la finca de La Trinidad de Caracas, posesión y herencia familiar y todos los gatos están arremolinados en el cinturón de mi regazo pues para una manada como esta, yo soy la líder.

De cuantas ratas, lagartijos, cucarachas y demás rastreros me han, honrosamente, hecho acreedora, dejando dichos bichos sobre mi almohada, pues un gato bien comido practica la caza por hobby e instinto, más que por su propia supervivencia. Cómo en los buenos tiempos, le dije a Vudú, el macho alfa, líder de la manada, hermano mayor y padrote; padre de los que Guasare tiene dentro de la panza, que por los cálculos de mi tía Argelisa Vicenta Herrera, vienen como cinco más.

    -Lárguese a cazar porque en esta casa se agotó la gatarina-, dije en tono de amenaza. Pero la nobleza no se deja intimidar por nada, ni siquiera por la escasez, el comunismo, la inseguridad y la falta de honestidad del gobierno actual. Vudú, a pesar que no tiene un pelo de blanco y a mucha honra ser mestizo y completamente bañado de noche, me miró fijamente a los ojos, sacudió sus oscuros belfos de asfalto y se dejó caer sobre la alfombra de la sala, en franca protesta contra la escasez de gatarina. Les cuento que todos nosotros éramos una familia feliz e intentaré no desojarme en el anecdótico cuento de nuestra maravillosa vida en común, hasta el día que en la beneficiaria me gritaron que sólo podían venderme un saquito de 8 kilos de alimento, cuando eso sólo alcanza para una semana entre las fauces ardientes de una manada de gatos con gran apetito.
He querido apelar a los alimentos alternativos, empero ¿Cómo dar carne o pescado con semejantes precios actuales? Y si éstos se consiguen juro, por este puñado de cruces, que en mi casa me linchan, desde el chofer, hasta la abuela que están cansados de comer un congrill asqueroso que inventa mi madre para que sepamos con verdadera comprensión cómo se vive en Cuba en tiempos de revolución. Ella en venganza contra los revolucionarios de mi casa, hace esos frijoles bien malos para que el hambre afecte a todos y sepan cómo se sufre en revolución. Y yo, solidaria con mis gatos, me ajusto a la pobreza estomacal porque si me consiguen dándole esa comida a los mininos me echan de la mansión y no tengo como alquilar un sucucho en el centro de Caracas, donde acepten a una pobre mujer, rodeada de gatos. También, he intentado volverlos vegetarianos, pero confieso mi fracaso más que contumaz. Quieren gatarina, es la protesta sindical y popular gatuna. Les he dicho que Maduro ajustó los precios y que la misión de los gatos y perros es un éxito. Ellos responden que para resolver un problema no se tiene por qué crear miles, pues esa no es una forma inteligente de vida. Aún medito la filosofía gatuna de mi manada. Por lo pronto busco gatarina, antes que yo sea la presa. Tenga cuidado con este gobierno que la presa no sea usted. Y los dejo pues Vudú está maullando, miauuuuuuuuu, de hambre.

Economista y profesora universitaria

www.mariajosefinamas.com

@mariamasherrera